Ya es la serie de Apple más vista en todo el mundo. Piensa en una mezcla de Buñuel, Mad Men y The White Lotus

Ya es la serie de Apple más vista en todo el mundo. Piensa en una mezcla de Buñuel, Mad Men y The White Lotus

  • El creador de Banshee y Warrior vuelve a la tele por la puerta grande

  • 'Vicios ocultos’ es el hijo bastardo de HBO y Showtime. Y sí, eso es un piropo

  • Jon Hamm y los cócteles de mezcal se juntan en una serie que huele Emmy desde lejos

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Isra Fdez

Coordinator

Para prestar atención a esta serie solo me hizo falta una frase random en internet: "Juro que Apple TV+ tiene algunas de las mejores series originales de la televisión. Y 'Your Friends and Neighbors" es una de ellas". Ni campañas de promoción ni la fortuna que la marca habrá invertido en vídeos y cartelería. Lo que dice un usuario. Y además es cierto.

La serie más sucia y, a su vez, elegante del año, es también la serie de Apple más vista en todo el mundo. Y detrás hay varios pesos pesados. Más allá de la cara bonita, del enorme Jon Hamm (eterno Don Drapper en 'Mad Men', arcángel Gabriel en 'Good Omens'), la serie ha sido creada por Jonathan Tropper, alguien que siempre me ha gustado por su forma de poner patas arriba lo que entendemos por masculinidad. En 'Banshee' dejó un gran legado (y convirtió a Antony Starr en una gran estrella antes de ser el Homelander de 'The Boys').

Y 'Warrior' me gustó aún más, adaptando un concepto del mismísimo Bruce Lee que nunca pudo hacer realidad. También a Craig Gillespie ('Yo, Tonya', el nuevo chico de oro elegido para dirigir 'Supergirl'), como director de los dos primeros episodios. Pero lo mejor de 'Vicios ocultos', una muy buena adaptación del perverso titular original, 'Your Friends & Neighbors', es que aquí no hacen falta guantazos. Hay, pero no literales. Apple TV+ le ha dado alas —y mucho dinero— y el resultado es lo más parecido a un reboot de 'El discreto encanto de la burguesía' de Buñuel. Sutil e hiriente como una puñalada.

El club de los que lo perdieron todo

Al principio no roba, solo observa. Cae la noche en Westmont Village y un tal Coop —el típico norteamericano blanco, ex magnate de un capital riesgo— camina despacio entre las sombras de su propio vecindario. Está planeando algo gordo. Esta no es una historia sobre robos, es una historia sobre como los ricos usan la riqueza de fachada con la que tapar carencias. Y cómo alguien que lo ha perdido todo, que no tiene nada que arriesgar, usará esta riqueza como manifiesto.

Jon Hamm interpreta a Andrew 'Coop' Cooper con una mezcla peligrosa de ironía y desesperación. Era un padre modelo, pilar de la comunidad. El tipo que antes organizaba cócteles con otros CEOs y ahora cena solo con whisky barato. Cuando todo se va al carajo —su empleo, su matrimonio, su reputación—, Coop hace lo que haría cualquier millonario caído en desgracia: fingir que no ha pasado nada. Pero fingir es carísimo.

Lo que sigue es una especie de 'Gone Girl' en clave de club de campo. Coop empieza a colarse en las casas de sus exvecinos, esos que siguen viviendo en la mentira con mayúsculas. Roba joyas, relojes, bolsos de marca. No por venganza. Ni siquiera por necesidad, roba porque la vida de esa gente es todo atrezzo, cartón piedra. Y nadie se da cuenta de lo que pierde hasta que ya es demasiado tarde. Y esa es la tesis emocional de la serie. Cualquiera puede caer. Incluso los que llevan americana de lino y beben mezcal en vasos diseñados por arquitectos daneses. Es Mad Men en la era del postcapitalismo.

El vecindario perfecto huele a gasolina

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Creada por el citado Jonathan Tropper, est serie parece que manda algunos recados a las criptoestrellas que han perdido la riqueza y la decencia pero no la caradura. Aquí todo tiene dientes: los diálogos, las miradas, los muebles caros. Pero también hay ternura, Y esa ternura está en la mirada de un Jon Hamm crepuscular y glorioso. Solo él sabe matizar el ridículo histrionista y parecer un padre a punto de pedir perdón por alguna tontería.

Al otro lado tenemos a Olivia Munn, que brilla como Sam, la vecina que se da cuenta de que algo no encaja. Su personaje no es solo una pieza funcional, es la grieta emocional por donde se cuela la humanidad. Amanda Peet (Mel, la ex-esposa) hace lo imposible: que te duela un personaje que empieza como cliché de telefilme.

Porque en esta serie todos son clichés hasta que explotan. Un poco como en 'The White Lotus', solo que en vez de odiarlos acabas queriéndolos. Hoon Lee, Lena Hall, Aimee Carrero: no hay un solo secundario sin historia, sin trauma y sin ser víctimas de la presión social, las expectativas y los contratos prenupciales.

La fotografía también tiene lo suyo porque parece que nos vamos a encontrar con un anuncio de Lexus dirigido por Fincher pero es puro veneno. La música acaricia, pero deja helado. Y la voz en off de Hamm —confesional, cínica, deliciosamente amarga y ronca— es un narrador real y fiable, como el viejo 'Dexter', porque solo nosotros sabemos hasta qué punto es inocente.

El sueño americano se quema en cámara lenta

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Me ha venido bien esperar a verla completa —se estrenó el pasado 11 de abril— para ver hacia dónde se dirigía. Y Apple TV+ sabe lo que tiene entre manos: antes del estreno, la serie ya estaba renovada por una segunda temporada. No por hype, sino por intuición narrativa. Como escribió una vez Joan Didion, “vivimos por las historias que nos contamos a nosotros mismos”. Y Coop se está quedando sin historia pero escarba en unos silencios que descubren a cada poco nuevos hallazgos. Si sigue por aquí, puede acabar siendo una nueva 'Better Call Saul'. Y ojo, que os estoy hablando de mi serie favorita.

Así que nada, en una época saturada de antihéroes de cartón piedra, aquí tenemos una rara avis que pone a Jon Hamm en una postura donde parece estar más a gusto que nunca: del lado de los vulnerables. Y es como si HBO y Showtime hubieran tenido un hijo en secreto y lo hubieran criado con cinismo del terapéutico.

En 'Mad Men' toda una generación se pensó que el dinero era la única identidad y el poder era la respuesta a cada pregunta —luego tuvieron que resignificar a Elizabeth Moss temporada a temporada porque Peggy Olson siempre fue más inteligente que sus análogos—. Aquí, en 'Vicios ocultos', se descubre que los ricos se lo llevaron todo menos la culpa. Y ya va siendo hora de ajustar cuentas.

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